13 jun 2011

Capítulo 3 (parte 2)

-Hola, Lola- dijo Alberto ruborizándose por momentos y mirando con intensidad a Lola.
Ella tragó saliva. Definitivamente no había hecho bien.
-Hola- dijo la chica que lo acompañaba- Yo soy Inés.
Un momento... ¿Esa no era..?
-Oye, ¿tú no eres la amiga de Emma?
-Eh... sí, ¿por?
-Es que yo soy amiga suya y me habló de ti -sonrió para intentar relajar la tensión que aumentaba por momentos.- Además ahora quedé con ella.
-¿Ah sí? -Inés la miró extrañada- Pero si hoy había quedado conmigo... ¡Se va a enterar la muy...! Dile de mi parte- dijo dirigiéndose a Lola- que ya hablaré con ella y no es nada bueno precisamente.
Lola estaba confundida. ¿No había dicho Inés que había quedado Emma con ella? Pero si estaba en el parque... ¿como era que habían quedado?
-Bueno, yo ya me tengo que ir- dijo Inés sin poder evitar lanzar una mirada furibunda a Lola que le pasó desapercibida.
- Oh... ¿y eso?-preguntó Alberto que no había hablado desde que había saludado a Lola.- Pero si es viernes.
-Ya lo sé, pero el problema es que le dije a mi madre que tenía que cuidar de mi hermana pequeña- hizo un gesto de tristeza. -Si quieres luego te pasas por mi casa... como veas.
-No puedo, es que yo también tengo que recoger a mi hermano de baloncesto a las ocho y luego llevarlo a casa.
-Pues entonces nada...Adiós- se despidió con la mano y se fue.
Lola se quedó sin saber que hacer durante toda la conversación de los chicos ¿qué hacía allí? Estaba de acoplada y odiaba eso. La alegría que había sentido durante todo el día se había esfumado desde que había llegado a la plaza, así que lo mínimo que pudo hacer fue disculparse con Alberto.
-Siento haber interrumpido - hizo un gesto de culpabilidad- Sólo quería saludarte y por mi culpa se ha ido.
-Tranquila, no pasa nada- aunque dijo esto Lola sabía que en el fondo a Alberto sí que le importaba y mucho , además.- Bueno ahora debo irme, por lo de mi hermano... y eso...
-Vale, no hay poroblema, y una vez más te digo que lo siento.
-Y yo te vuelvo a decir que no pasa nada- Alberto, para tranquilizar a la chica, sonrió.- Adiós.
-Adiós.
Lola, en cuanto lo perdió de vista, se sentó en el banco y se dijo a si misma que por qué tenía que ser tan estúpida. Se quedó cinco minutos más allí, pensando y recapacitando hasta que se le ocurrió mirar la hora.
-¡Mierda!- gritó en voz alta. Luego se tapó la boca al comprobar que la gente la estaba mirando y echó a correr.
Cuando ya no podía oír nada una pareja de ancianos, que estaban sentados en el banco contiguo al que se había sentado ella dijeron:
- Madre mía, ¡cómo están los jóvenes de hoy en día!
- Y que lo digas  Marisa, ¡y que lo digas! ¡Que va a ser del mundo si seguimos así!

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