Daniel estaba sentado en la parte trasera del coche. Emma iba a su lado. Dormía tranquilamente apoyada en su hombro. El chico la contemplaba cariñosamente. Estaba tan guapa.
Miguel conducía esta vez, casi, como si tuviese carnet. Iba cansado. Si sus padres se enteraban de esto, sí que le iba a caer una buena. Una muy buena... intentaba no pensar en eso. Relajó la cabeza en el reposacabezas y suspiró. Ya casi habían llegado a casa. De vez en cuando miraba por el retrovisor para ver si su hermana se había despertado.
Apagó el motor y miró a Daniel.
-Oye, mientras yo voy aparcando en coche, ¿podrías coger las llaves de casa? Es que solo las trajo Emma.
-¿Dónde las tiene?-preguntó Daniel. Emma no llevaba ningún tipo de bolso ni nada donde pudiese meter las llaves.
-Las tiene creo que en el bolsillo izquierdo.
¿El bolsillo izquierdo? El único bolsillo que tenía la cazadora de Emma se encontraba en... el corazón, por decirlo de alguna forma. Mientras Miguel volvía a encender el coche para poder aparcarlo, Daniel se incorporó un poco para coger las llaves del bolsillo izquierdo de Emma. Aún encima, estaba cerrado. Daniel intentó abrirlo lo más despacio posible, sin despertarla. Lo que él no sabía es que a lo mejor no estaba del todo dormida.
Daniel, vio que Emma abría los ojos.
-¡¿Pero qué haces?!- gritó mientras le daba un pequeño empujón.
-Yo... no, es que estaba... las llaves de casa..-Daniel no sabía que decir. Qué situación tan comprometida. Notó que la sangre le llegaba a la cara, produciéndole un calor un poco molesto.
Emma no aguantó más y se echó a reír a carcajadas. El chico estaba desconcertado. ¿Qué tenía tanta gracia?
-¡Tranquilo!-se reía- Ya sé que estabas cogiendo las llaves, estaba despierta-se secó las lágrimas de los ojos.
-Muy graciosa- interrumpió la conversación Miguel- Venga, coge las llaves, que ya hemos llegado.
-Vale, vale. Aquí nadie puede hacer bromas ¿no?- y resignada hizo caso a su hermano.
Daniel bajó del coche, junto con Emma. Entraron en casa, y en un momento en el que Miguel había ido a su cuarto y se habían quedado ella y él solos, se lo preguntó.
-Oye, Emma, una cosa. ¿Podría quedarme en tu casa a dormir?-ya está. Todo dicho- Es que como sabrás, no quiero ir a casa. Con lo que pasó ayer con Antonio... no me apetece verle...-suspiró.
-¡Claro! No hay problema. Puedes dormir con Miguel, o si lo prefieres, conmigo.
-¡Conmigo ni lo sueñes! ¡Estoy cansado, y además mi cama no es tan grande como para dos personas!-se oyó desde el piso superior.
-Bueno,-concluyó Emma- entonces duermes conmigo. Pero si no te importa, podemos coger un colchón y duermes en el suelo.
-¡No, no! Si a mí no me importa.
Los chicos subieron hacia la habitación de la chica. Cuando entraron, lo primero que hizo ella, fue tumbarse en la cama, cerrando los ojos.
-¡Dios! ¡Menudo día!- hizo un gesto para que Daniel se sentase junto a ella. El chico hizo lo mísmo, dejando caer su cuerpo sobre el mullido colchón y cerrando fuertemente los párpados para evitar cualquier pensamiento.
-Ah, ¡por cierto!- Emma se incorporó levemente- ¿Qué era eso tan importante que me tenías que decir antes de que Inés me llamase.
Daniel tragó saliva y notó cómo se le humedecían las manos. A la mierda su plan de relajación.
-Oh, no, nada... no... no tiene importancia, en serio.- añadió al ver la mirada de tozudez de la chica.
-Bueno...- ella se levantó y se dirigió hacia el armario para ponerse el pijama.
-Yo... si quieres voy yendo a por el colchón.
-Vale, gracias, está en el sótano, en un lateral.
Daniel asintió y salió de la habitación. Sus pensamientos lo atolondraban. Era estúpido, de eso estaba seguro. ¿Cómo podía haber dejado pasar una oportunidad así?¿ Cómo era posible que hubiese nacido tan rematadamente tonto? Iba a dormir con la chica de la que estaba enamorado y lo único que hacía en vez de confesarle su amor era ir a por un colchón. Era el más idiotas de los idiotas del mundo entero.
Cuando se quiso dar cuenta ya estaba bajando las escaleras que llevaban al sótano donde tanto solían jugar ellos de pequeños.
Abrió la puerta y entró en la estancia. Dos grandes estanterías estaban pegadas a la pared y otra se encontraba dividiendo por la mitad la habitación. Sonrió al ver las marcas de pinturas que adornaban la pared con palabras en un lenguaje incomprensible y marcas de manos por todas partes. Aún había alguna que otra silla medio rota de niños pequeños sobre una mesa redonda pintada con algunos nombres. El chico dejó de prestar atención y se dedicó a coger el colchón y salir del sótano.
Subió hacia la habitación de la chica que estaba sentada en su cama cubierta con un corto camisón con un dibujo algo cómico en el dobladillo. No pudo evitar pensar en lo guapa que era incluso con el pijama y un moño medio desecho adornando su cabello.
Emma se acercó a su amigo para ayudarle a dejar el colchón en el suelo, al lado de la ventana y también a colocar las sábanas.
-Oye- preguntó él-¿ no tienes frío al dormir así en febrero?
-Hombre- aquí hace calor... pero si t preocupo me pongo una chaqueta.
-No, yo no quería decir...
-Tranquilo, lo iba a hacer de todas formas- sonrió y luego le miró de arriba a bajo- pero la verdad deberías primero mirar como vas tú.
-Ya, pero no tengo otra cosa...
-No pasa nada, voy a pedirle algo de ropa a Miguel- paseó sus pies descalzos con un movimiento ágil por la habitación para coger una pequeña chaqueta de pinto del armario y salió de la habitación.
Daniel se quedó allí de pie. Vale, era estúpido, idiota... pero por lo menos iba a dormir con la chica más guapa que conocía y de la que estaba enamorado.
Paseó la mirada por la habitación. La verdad es que era preciosa. La pared en tonos azules estaba repleta de fotografías de la infancia de la chica, con sus amigas, con su familia y con... se detuvo en una pequeña foto en blanco y negro en donde aparecían dos niños riéndose y no pudo evitar sonreír. Ella y él, de pequeños.
Se conocían de toda la vida y eso era algo que no estaba dispuesto a estropear, por eso tenía miedo de confesarle todo, ¿qué pasaría después?.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos en cuanto oyó la puerta cerrarse.
-Es lo único que encontré- dijo, como disculpándose. Traía en la mano unas viejas bermudas y una camiseta de manga corta de un color grisáceo.
-Gracias y ya es bastante.
Se cambió en el baño y desde dentro pudo oír el sonido del teclado de un móvil. Cuando salió comprobó que sus sospechas eran verdaderas.
-Tranquila, estará bien.
-Tú sabes lo que le pasó, ¿verdad?
Daniel desvió automáticamente la mirada. Sabía lo que le había pasado a Alberto, o, al menos lo intuía.
-Más o menos.
-Y no me lo puedes decir- la chica no lo había preguntado, lo estaba afirmando.
Él negó con la cabeza, se echó junto con Emma en el colchón y cerró los ojos.
- ¡Sí!-gritó Emma segundos después- ¡ Lo hemos conseguido!¡Daniel, están saliendo!
El chico se inocorporó sobresaltado, logrando ver por el lateral de la cama la cabeza de Emma.
-¿Sí?
-Sí, me lo ha dicho Inés, pone:" Tía, ha sdo prcioso! Ya t contré mñna, pero stms salndo! :)"
-¡Qué rápido se recupera el tío!- dijo, pero contento de que su mejor amigo e Inés estuviesen felices y juntos.
Emma se volvió a tumbar y miró hacia el techo.
-¡Por fin! Estoy muy contenta por ellos- pero no pudo evitar soltar un suspiro.
-¿Qué?
-Nada es que.. me alegro por ellos... pero...
-Pero piensas que por qué no te puede pasar a ti también, ¿no?
-Eh...sí...¿cómo lo has sabido?- preguntó, sobresaltada volviendo a mirar por el borde de la cama a Daniel.
-Nos conocemos desde hace tiempo, Emma, y yo a veces también pienso lo mísmo- reconoció, muy a su pesar.
-Pero, bueno, digo yo que algún día a alguien encontraremos.
-Sí, eso espero.
Emma bostezó.
-Ay, me estoy... quedando... dormida.
-Normal, con todo el rato que hemos estado hablando...
-Bueno, tú sigue contando lo que estabas contando, que yo te escucho.
-Da igual, no tiene importancia.
Transcurrieron unos minutos en silencio y entonces, Daniel, súbitamente, dijo:
-Oye, olo que te quise decir antes...bueno, era que... -El chico se interrumpió al oír la lenta respiración de la joven cada poco tiempo, sabiendo que se había quedado dormida.
Se dio la vuelta y vio la cara de Emma con los ojos cerrados, apoyada sobre el lateral de la cama.
Observó cómo los trigueños cabellos de la joven se esparcían por la cama con pequeñas ondas producto del rizador.
Lleno de rabia, se volvió a dar la vuelta, cubriéndose un poco con las sábanas.
-¿Por qué todo me tiene que pasar a mí?- murmuró- Ahora que por fin iba a decirle que la quiero...
Entonces, súbiamente y sin que Daniel lo llegase a ver, Emma, sorprendida, abrió los ojos.
Subió hacia la habitación de la chica que estaba sentada en su cama cubierta con un corto camisón con un dibujo algo cómico en el dobladillo. No pudo evitar pensar en lo guapa que era incluso con el pijama y un moño medio desecho adornando su cabello.
Emma se acercó a su amigo para ayudarle a dejar el colchón en el suelo, al lado de la ventana y también a colocar las sábanas.
-Oye- preguntó él-¿ no tienes frío al dormir así en febrero?
-Hombre- aquí hace calor... pero si t preocupo me pongo una chaqueta.
-No, yo no quería decir...
-Tranquilo, lo iba a hacer de todas formas- sonrió y luego le miró de arriba a bajo- pero la verdad deberías primero mirar como vas tú.
-Ya, pero no tengo otra cosa...
-No pasa nada, voy a pedirle algo de ropa a Miguel- paseó sus pies descalzos con un movimiento ágil por la habitación para coger una pequeña chaqueta de pinto del armario y salió de la habitación.

Paseó la mirada por la habitación. La verdad es que era preciosa. La pared en tonos azules estaba repleta de fotografías de la infancia de la chica, con sus amigas, con su familia y con... se detuvo en una pequeña foto en blanco y negro en donde aparecían dos niños riéndose y no pudo evitar sonreír. Ella y él, de pequeños.
Se conocían de toda la vida y eso era algo que no estaba dispuesto a estropear, por eso tenía miedo de confesarle todo, ¿qué pasaría después?.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos en cuanto oyó la puerta cerrarse.
-Es lo único que encontré- dijo, como disculpándose. Traía en la mano unas viejas bermudas y una camiseta de manga corta de un color grisáceo.
-Gracias y ya es bastante.
Se cambió en el baño y desde dentro pudo oír el sonido del teclado de un móvil. Cuando salió comprobó que sus sospechas eran verdaderas.
-Tranquila, estará bien.
-Tú sabes lo que le pasó, ¿verdad?
Daniel desvió automáticamente la mirada. Sabía lo que le había pasado a Alberto, o, al menos lo intuía.
-Más o menos.
-Y no me lo puedes decir- la chica no lo había preguntado, lo estaba afirmando.
Él negó con la cabeza, se echó junto con Emma en el colchón y cerró los ojos.
- ¡Sí!-gritó Emma segundos después- ¡ Lo hemos conseguido!¡Daniel, están saliendo!
El chico se inocorporó sobresaltado, logrando ver por el lateral de la cama la cabeza de Emma.
-¿Sí?
-Sí, me lo ha dicho Inés, pone:" Tía, ha sdo prcioso! Ya t contré mñna, pero stms salndo! :)"
-¡Qué rápido se recupera el tío!- dijo, pero contento de que su mejor amigo e Inés estuviesen felices y juntos.
Emma se volvió a tumbar y miró hacia el techo.
-¡Por fin! Estoy muy contenta por ellos- pero no pudo evitar soltar un suspiro.
-¿Qué?
-Nada es que.. me alegro por ellos... pero...
-Pero piensas que por qué no te puede pasar a ti también, ¿no?
-Eh...sí...¿cómo lo has sabido?- preguntó, sobresaltada volviendo a mirar por el borde de la cama a Daniel.
-Nos conocemos desde hace tiempo, Emma, y yo a veces también pienso lo mísmo- reconoció, muy a su pesar.
-Pero, bueno, digo yo que algún día a alguien encontraremos.
-Sí, eso espero.
Emma bostezó.
-Ay, me estoy... quedando... dormida.
-Normal, con todo el rato que hemos estado hablando...
-Bueno, tú sigue contando lo que estabas contando, que yo te escucho.
-Da igual, no tiene importancia.
Transcurrieron unos minutos en silencio y entonces, Daniel, súbitamente, dijo:
-Oye, olo que te quise decir antes...bueno, era que... -El chico se interrumpió al oír la lenta respiración de la joven cada poco tiempo, sabiendo que se había quedado dormida.
Se dio la vuelta y vio la cara de Emma con los ojos cerrados, apoyada sobre el lateral de la cama.
Observó cómo los trigueños cabellos de la joven se esparcían por la cama con pequeñas ondas producto del rizador.
Lleno de rabia, se volvió a dar la vuelta, cubriéndose un poco con las sábanas.
-¿Por qué todo me tiene que pasar a mí?- murmuró- Ahora que por fin iba a decirle que la quiero...
Entonces, súbiamente y sin que Daniel lo llegase a ver, Emma, sorprendida, abrió los ojos.